Ahora repasemos una exposición
de pintura…
¿Dónde mirar?
Casi al azar aparece delante de mí
Carpaccio: “El joven caballero”:
La mano en el puño de la espada,
Su mirada sobria, la pálida piel,
La comadreja que a sus pies
Se agazapa.
Pienso que tan joven…
Una señora lee la nota de un cuadro.
Y luego lo mira.
Me acerco, leo la nota
miro a la señora.
Camino con la mirada.
Sobre una mesa un jarrón con flores,
pero no lo miro, porque no es un cuadro
ni exposición,
tan ajeno y ausente como si allí
no estuviera.
Junto a él
Dos figuras:
Quietas
De madera
En pie
Hacia el frente sus miradas
Inquietantemente neutras
Los pechos de ella
El pene de él
La mirada esquiva en su contorno
Detrás, él y ella, en dibujo, los mismos,
su mirada suavemente inquisitiva
riente.
Camino de nuevo.
Las paredes de hospital desprenden frío.
Las luces neutras
la ausencia del futuro.
Un grito en forma de cruz,
un llanto verde,
una línea de sangre
que en sí se contiene:
los dedos ansiosos de una mujer,
la palidez de la tarde
sobre Madrid.
En el banco del medio de la sala
un japonés anciano, un señor,
una joven de pelo rubio
con ojos color Miró.
De nuevo, ahora frente a un…
no sé…
¿metal quizá…? O arena de playa prensada
hermoso, triste, oscuro,
molusco entre las rocas
quieto de olas.
Se me llenan los ojos
de color y presentimientos
¡Qué maravilla, José Manuel! Me acuerdo de la exposición de A. López de este verano. Me has hecho volverla a recorrer. ¡Gracias!