El pensamiento, ese loco. Interpreta su quehacer como si fuera el mundo. Se cree creador. Se piensa artista. Sin embargo…, ¿y no da lo mismo?, porque, al fin y al cabo, lo que importa de las rosas reside en lo que por ellas nuestro deseo enaltece. Y el deseo no se funde en hechos, sino en presencias, ausencia y sinsentidos.